En los últimos años, hemos visto cómo conceptos como “energía femenina” y “energía masculina” se han colado en conversaciones de redes sociales, en discursos de coaching emocional y hasta en consejos de citas. Se usan como si fueran etiquetas de comportamiento o fórmulas para “atraer” relaciones de alto valor.
Lo que alguna vez fueron conceptos sagrados dentro de sistemas espirituales profundos, hoy están siendo reducidos a guías superficiales de “cómo deberías comportarte” según tu género o tu nivel de evolución.
Esta columna es una brújula para volver al origen. Para recordar que estas energías no son ni moda, ni marketing, ni mandato social. Son arquetipos universales que existen única y exclusivamente para ser comprendidos y utilizados dentro de contextos espirituales, mágicos, esotéricos u ocultistas.
No, no las inventó un coach de relaciones, ni una influencer que sube TikToks de cómo recibir para que “te den más”. Estas energías vienen de sabidurías milenarias:
En el taoísmo, son Yin (femenina) y Yang (masculina), fuerzas complementarias que gobiernan el equilibrio de todo lo que existe.
En el hinduismo, son Shakti (energía creadora, femenina) y Shiva (conciencia pura, masculina).
En la psicología de Carl Jung, aparecen como anima y animus, los aspectos femeninos y masculinos que todxs llevamos dentro, sin importar el género.
En el esoterismo y la magia, estas energías se trabajan como polos energéticos que se buscan integrar y equilibrar en rituales, meditaciones, alquimia interna o prácticas devocionales.
Estas ideas nacieron para comprender lo invisible, para reconocer ambas en nosotros mismos. No para explicarte si debes pagar la cuenta o no en una cita. Atributos desde lo espiritual
Energía femenina: es la noche, el agua, la oscuridad fértil. Es receptiva, intuitiva, creativa, emocional, conectada con los ciclos, la nutrición, el caos sagrado.
Energía masculina: es el día, el fuego, la estructura. Es enfoque, dirección, contención, disciplina, manifestación consciente y acción sagrada.
Ambas viven dentro de ti. La espiritualidad profunda no te dice que “te conviertas en una diosa femenina y receptiva para atraer a un alfa masculino que te provea”. La espiritualidad profunda te pide integrar tus polaridades, transitar tu sombra, conocer tu fuego y tu agua interior. Te pide equilibrio. No performance.
⚠️ ¿Por qué no deben usarse en el día a día? Porque al sacarlas de su contexto original:
1. Se vuelven conceptos vacíos, descontextualizados.
2. Perpetúan estereotipos de género: la mujer pasiva, el hombre dominante.
3. Se usan para justificar dinámicas de poder, desigualdad, dependencia emocional o control disfrazado de “polaridad”.
Muchos discursos actuales que se dicen “espirituales” no son más que sexismo disfrazado de sabiduría antigua. Y esto es especialmente grave cuando se lleva a las relaciones: “no atraes pareja porque estás en tu energía masculina”, “un hombre real no quiere una mujer herida”, “conecta con tu energía femenina para recibir más”. Son formas refinadas de violencia simbólica.
¿Entonces cuándo sí y cuándo no?
Sí: en espacios de práctica espiritual, energética o mágica. En círculos de sanación, en rituales, en trabajos de integración interna, en el tarot, la astrología, el tantra, el ocultismo, la meditación profunda.
No: en consejos amorosos sin base, en discursos de género binario, en la vida cotidiana usada como argumento para invalidar la experiencia emocional o espiritual de otrxs.
Usar estas energías como si fueran etiquetas sociales es una forma de vulgarizar lo sagrado.
Ambas energías son necesarias, bellas y sagradas. No se trata de habitar solo una. Se trata de integrarlas con consciencia. Que tu fuego sepa cuándo sostenerte. Que tu agua sepa cuándo rendirse. Que tu intuición guíe tu acción. Que tu estructura sostenga tu caos creativo.
El camino espiritual no es volverte más femenina o más masculino.
Es volverte más tú.
Marcela Ferriño Morillón.
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