En 1900, la difusión de la obra de un artista dependía de procesos fotomecánicos y litográficos, que aunque revolucionarios, tenían costos elevados y tiradas limitadas (por ejemplo, los litógrafos vendían copias a 6 centavos la versión sencilla y 10 centavos la coloreada) . Además, el sistema de mecenazgo y las academias centralizaban la circulación del arte en ciudades como París y Londres, obligando a los creadores a desplazarse físicamente para exponer y vender sus obras . En contraste, en 2025 la globalización digital y las redes sociales han transformado el escenario: 5.56 mil millones de personas usan Internet y 5.24 mil millones son usuarios de redes sociales, mientras que plataformas como Instagram cuentan con más de 2.4 mil millones de usuarios activos mensuales, permitiendo a los artistas difundir su trabajo instantáneamente en cualquier lugar del planeta .
Aspecto económico

1900: La profesión artística ofrecía ingresos modestos y precarios. En 1905, el salario semanal medio de los trabajadores no agrícolas era de 11.16 dólares, lo que suponía unos 580 dólares anuales, cifra que muchos pintores apenas alcanzaban con la venta de sus obras, pues dependían de comisiones esporádicas y mecenas privados .
2025: El mercado global del arte alcanzó ventas por 57.500 millones de dólares en 2024, a pesar de una caída del 12 % respecto a 2023, según el informe de Art Basel y UBS. Estados Unidos lidera con el 42 % del valor de las ventas, seguido por China (19 %) y Reino Unido (17 %) . Paralelamente, los artistas pueden diversificar sus ingresos mediante ventas en línea, NFTs, patrocinios directos y plataformas de crowdfunding, reduciendo la dependencia de galerías tradicionales.
Aspecto social
1900: El artista era percibido como un bohemio excéntrico, alejado de las profesiones intelectuales de mayor prestigio. El término “bohemio” describía estilos de vida no convencionales de creadores que rechazaban las normas burguesas, reunidos en salones y cafés para debatir y exponer sus ideas . El arte se consideraba un lujo reservado a las élites, y los creadores dependían de la aprobación de críticos y academias para legitimarse.

2025: Las redes sociales se han convertido en el espacio principal de interacción entre artistas y audiencia. Plataformas como Instagram, TikTok y YouTube actúan como galerías digitales y canales de networking: el 90 % de los creadores menores de 35 años las consideran esenciales para su crecimiento profesional. Sin embargo, esta visibilidad conlleva presiones como la demanda de contenido constante y la dependencia de algoritmos que favorecen la viralidad, generando riesgos de agotamiento y precariedad emocional .
Aspecto geográfico

1900: El arte estaba concentrado en centros culturales europeos y norteamericanos. París, con el Salon oficial de la Académie des Beaux-Arts, dictaba tendencias desde el siglo XVII, mientras que Londres, con la Royal Academy fundada en 1768, y Nueva York comenzaban a consolidar sus circuitos artísticos. Exponer requería presencia física y conexiones con mecenas locales, limitando la circulación de obras fuera de estos polos .
2025: La geografía tradicional se diluye gracias al comercio en línea y las exposiciones virtuales. Aunque Estados Unidos, China y Reino Unido concentran la mayoría de las ventas, ferias híbridas y plataformas de exhibición digital, como la Abstract Virtual Exhibition (marzo–mayo 2025), permiten a artistas de cualquier latitud participar en subastas internacionales o exhibir en galerías de primer nivel sin salir de su estudio .
Conclusión

El oficio de artista ha transitado de un sistema centrado en mecenazgos locales, salarios modestos y estructuras académicas rígidas a un ecosistema globalizado, digital y dinámico. Hoy, los creadores disfrutan de herramientas que amplifican su voz y diversifican sus fuentes de ingreso, pero también enfrentan nuevos retos: la volatilidad del mercado en línea, la saturación de contenidos y la dependencia de plataformas tecnológicas. La paradoja contemporánea radica en la mayor autonomía y alcance, junto con riesgos de precariedad y sobreexposición, que definen la experiencia del artista en 2025.