Hola mi queridos seres mágicos, ya regresé de mi descanso y tuve mucho tiempo para caer en los doom scrollings de Tiktok , lo que me llevó a pensar que vivimos en una era de inmediatez. Queremos respuestas rápidas, resultados instantáneos y cambios visibles con el menor esfuerzo posible. Esta mentalidad también ha llegado a la espiritualidad, y las redes sociales —especialmente TikTok— han jugado un papel clave en convertir lo sagrado en algo que se puede consumir en 30 segundos o menos.
No es raro encontrar videos que prometen manifestaciones instantáneas, rituales simplificados hasta la médula o afirmaciones que suenan bonitas pero carecen de contexto. La pregunta es: ¿estamos realmente profundizando en nuestra espiritualidad o solo siguiendo la tendencia del momento?
La espiritualidad en tiempos de redes
Que más personas tengan acceso a información espiritual es algo maravilloso. Antes, muchas enseñanzas estaban limitadas a círculos cerrados o textos difíciles de encontrar. Ahora, basta con deslizar el dedo para descubrir conceptos como la Ley de Asunción, los registros akáshicos o el tarot. Sin embargo, esta democratización tiene su lado oscuro: cuando todo se resume a un “hack” o una fórmula mágica para conseguir lo que queremos, corremos el riesgo de perder el verdadero propósito de estas prácticas.
El problema no es que las redes hablen de espiritualidad, sino cómo lo hacen. La espiritualidad express nos vende la idea de que con repetir una afirmación tres veces o encender una vela específica, nuestra vida cambiará sin más. Se diluye el trabajo interno, el compromiso y la transformación real en favor de lo inmediato.
Cuando lo profundo se vuelve desechable
El scroll infinito ha creado una cultura donde todo pasa rápido: hoy un audio viral nos hace sentir conectados con el universo y mañana ya lo olvidamos. La espiritualidad se ha convertido en un producto más del mercado de la autoayuda, empaquetado en frases inspiradoras y retos de 7 días para elevar la vibración.
Pero, ¿qué pasa cuando las cosas no funcionan tan fácil? Ahí es donde muchas personas se frustran y abandonan, pensando que “esto no sirve” o que “algo hicieron mal”, cuando en realidad, la espiritualidad nunca fue un camino exprés. Siempre ha sido un proceso de autoconocimiento, paciencia y experimentación personal.
Volviendo a la esencia
No se trata de rechazar las redes sociales ni de negar el valor que pueden tener en la difusión del conocimiento espiritual. Se trata de aprender a filtrar y profundizar. En lugar de quedarnos con lo superficial, podemos preguntarnos:
¿Esta práctica resuena realmente conmigo o solo la sigo porque es tendencia?
¿Estoy aplicando estos conceptos en mi vida o solo acumulando información?
¿Estoy dispuesto a hacer el trabajo interno o solo busco una solución rápida?
La espiritualidad no tiene por qué ser solemne ni inaccesible, pero sí merece ser vivida con autenticidad. Podemos disfrutar del contenido espiritual en redes sin caer en la trampa de la inmediatez. Al final, lo que realmente transforma no es lo que vemos en un video de 30 segundos, sino lo que integramos en nuestro día a día.
Marcela Ferriño
@la.strega.aradia
Coincido, estamos en un mundo en el que todo se banaliza y se convierte en consumo rápido, de usar y tirar. (En general, siempre hay excepciones, claro)