De niño, me encantaba escuchar música, en mis oídos retumbaban sonoridades y voces cotidianas, sin embargo, nunca imaginé sonidos trepidantes, disonantes, llenos de emoción y locura: Conocí el jazz a mediados de mi adolescencia, siendo un joven con sed de rebeldía definitivamente el alma transgresora de un genero forjado en la sangre de los oprimidos era combustible para alguien que exigía una nueva experiencia, pero… ¿por qué el jazz?, qué había en esa música que despertaba curiosidad y deseo. Porque bastaron unas cuantas notas para desencadenar una pregunta: ¿Cómo fluye esa fuente inagotable de ideas?
Hablar del jazz es sinónimo de libertad, de una tradición, filosofía y expresión que va más allá de un genero musical, mismo que durante todo el siglo pasado tuvo una evolución enorme, además de una influencia profunda sobre la cultura musical. Evolución que paso desde lo más bailable del swing, pasando por los ritmos irreverentes del funk, hasta las excentricidades de John Zorn y la explosión creativa del jazz contemporáneo Y claro que la historia del jazz es vasta y llena de innumerables anécdotas, pero no hablaremos de historia hoy.
A veces incomprendido, el jazz contiene una de las premisas más interesantes: “No hay error”. En términos teóricos y técnicos podríamos cuestionarnos al respecto, pero es evidente que la música, y naturalmente el arte se sostienen una y otra vez a través a partir del cambio, los errores del pasado son los nuevos paradigmas del presente, las reglas se aprenden para olvidarse. Claro que hay que analizar a detalle a que nos referimos con “error”, porque todos entendemos el error como aquello que no debería suceder. Nos aterra la idea del público murmurando nuestras fallas, la de nosotros mismos condenándonos por no dar con la nota correcta, pero muchas veces se resume en miedo al juicio, miedo a lo desconocido, miedo a no aceptar el cambio irremediable, lo imposible de predecir, aquello que no deseamos y sucede.
Video ilustrativo de como los músicos de jazz abordan el tema de los “errores”
Al ser el jazz música improvisada, música que surge desde lo espontaneo, ¿no es acaso el error un hecho?, ¿algo que está destinado a suceder? Uno intenta aspirar a la perfección, busca omitir el error, pero, ¿no es el error un milagro? nacido de la nada, nunca esperado y sin embargo una puerta, ¿a dónde? esa es la respuesta que se busca en el momento de improvisar. Si el error es una posibilidad de crear que nace de lo inesperado, es un deber acogerlo y llevarlo al camino ideal, darle la mano y reconocer que tenemos una oportunidad frente a nosotros.
A que no sabían que el piano y la risa de la intro de Roxanne de The police forman parte de un “error”.
Aplicado a la música en general es muy útil ver en el error una ventana, un trampolín. Estamos tan acostumbrados en condenar el fracaso que muchas veces olvidamos que las mejores cosas a veces suceden cuando menos las esperas. Quizá sea bueno pensar si habrá en nuestros errores grandes ideas, o si simplemente hace falta que nos equivoquemos más seguido.