Hacer música es un reto enorme, no solo es algo que pueda resumirse en conceptos teóricos o formulas mágicas, se trata de un proceso que implica nuestra historia, creatividad e intenciones. Sumado a eso, pueden surgir dudas e inseguridades respecto a nosotros mismos, sobre nuestro entorno y la industria. Hacerse preguntas siempre ayuda a aclarar nuestra mente y a decidir mejor. ¿Cuántas veces hemos cuestionado nuestro quehacer musical?
¿Por qué y para qué?
¿Alguna vez se han cuestionado sobre sus razones para hacer la música que expresan? Quiero decir, no es que debamos que tener una “razón”, ¿o si? Quizá solo se trata de disfrutar el momento, de crear, después de todo, entre tantas razones buscamos comunicar algo: una emoción, un anhelo, una historia. Puede que buscamos decir algo para lo que no encontramos palabras. Tal vez nos interesa el reconocimiento, la fama, el glamour. ¿Será que la música en “sí” es aquello que nos mueve sin importar nada?, ¿será que vivimos para la música y somos solo una herramienta del mundo de las ideas y lo infinito? Pero me pregunto si… me pregunto si realmente importa la razón, si la razón y las razones son necesarias, porque no siempre se razona el acto de inventar, a veces surge de manera espontanea, llegan las melodías, nuestra imaginación nos habla, es un proceso complejo. Cuando tenemos letra y música las palabras expresan casi siempre de manera clara, sin embargo, cuando la música “es” en su estado más abstracto todo lo anterior se vuelve contradictorio. ¿Hace falta comunicar, hacer falta sentir? ¿Qué importa a la hora de hacer música realmente y por qué decido hacerlo en este momento?
“En este fragmento de una entrevista con el legendario trompetista Miles Davis, hace alusión a que aunque nadie lo escuchara, el seguiría haciendo música. Una demostración clara de que para hacer música, lo única necesario es convicción…”
El papel de la música en la sociedad
Luego surge la pregunta: ¿cómo valorar mi música?, ¿cuanto vale mi trabajo? ¿Qué tan valiosa es una canción más allá de su precio en un mercado? Supongo que toda profesión que solo se reduce a un servicio, vuelve de la misma una cansina expresión de nuestro mundo moderno. Como músicos existimos en una sociedad en la que aun no se valora por completo nuestro trabajo, se menosprecia y se reduce a algo “inferior”. Aún si la música fuera un mero entretenimiento no deja de ser tan importante como cualquier otra actividad, pero, ¿qué esperamos nosotros de aquella sociedad realmente? Qué tan importante es para nosotros la aprobación de un mundo en el que aún hoy en día, el músico ni siquiera aparece como último eslabón? Peor aún es saber que cuando la música toma cierta relevancia es cuando resulta rentable como un producto, poco amor al arte. ¿Estamos realmente dispuestos a lidiar con eso? Sí es así… ¿qué es lo que nos lleva a ir contra la corriente?
Realidades y expectativas
Las expectativas nos pueden llevar por caminos oscuros; las comparaciones nos llevan a destruirnos, es por eso que es importante ser realista con nuestras aspiraciones y objetivos, se vale soñar, todos deseamos y anhelamos, pero no es justo soñar cuando no podemos sostener nuestro presente. Si las ideas son claras todo se vuelve brillante, hoy gran parte de la música se ha vuelto en una demostración, en una competencia constante, (pueden leer un articulo donde hablo sobre la música en tiempos modernos por aquí), con tantas alternativas y propuestas, el reto es “hacerlo diferente”. En este caso, mientras mejor conozcamos nuestros alcances será más fácil ser realistas, ¿de que nos sirven miles y miles de views si nuestra música es subjetiva y objetivamente mala, nada original y sin chiste? Aunque puede que eso tampoco importe realmente, si es que estamos cómodos, si nos gusta lo que hacemos ¿que importa lo demás?
El terrible prejuicio
He escuchado tantas veces el: “¿y si a la gente no le gusta?”, “no es bueno, no vale la pena”. Lo he escuchado de grandes colegas, músicos increíbles, a los cuales su mente y precisamente sus prejuicios les juegan en contra. Sucede que cuando escuchamos música, tiende a conectar con nosotros sin avisar, o por el contrario, nos disponemos a algo magnifico y quedamos decepcionados. Eso es algo que como músicos y creadores no podemos controlar. La música existe y nos toca sin darnos cuenta, es un momento mágico donde sin pedirlo llega a nosotros una experiencia increíble. Lo que importa primero es disfrutar aquello que nace en nosotros, sea la música que sea. Hace tiempo conversaba con un amigo sobre cómo a veces uno como músico se preocupa demasiado por ciertos aspectos de la música, detalles que solo son visibles para el compositor o para los músicos, cuando la realidad es que la gente, solo “siente la música”, conecta, no es algo racional, sin embargo es algo trascendental. Entonces que importan nuestros prejuicios, lo que importa es hacer la música presente de cualquier manera, porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?