Recuerdo cuando tenía unos 12 años o a lo mejor un poco menos, me empezó a angustiar mi peso. Debido a que veía a mis amigas o compañeras con un cuerpo totalmente diferente al mio. Un cuerpo delgado, con cinturas pequeñas y sin tantos cachetes. A diferencia del mío un cuerpo grande, una circunferencia de cintura ancha y unos cachetes inmensos.
Entonces es cuando empecé a “preocuparme” por mi peso, ¿Por qué yo no podía estar como esas chicas de mi escuela? ¿Por qué yo me veía tan diferente a ellas? ¿Por qué estaba gorda si no comía de una manera exagerada o diferente?
Cuando todas nos sentábamos en el recreo mi almuerzo no eran tan diferentes a los de ellas, era el típico almuerzo de Sadwichito con jamón queso y un Jugo de manzana. Si, era claro que a lo mejor no estaban presentes los vegetales, pero no era un almuerzo desbalanceado.
Y comencé a replantearme como le haría para poder bajar de peso, Talvez tendría que dejar de comer ciertos alimentos “malos”, dejar de comer, galletas, tortillas, refresco, pastelitos, jugos, entre otros.
Así que empecé a dejar de comer dejé de comer toda clase de alimentos, no solo los alimentos con un mayor aporte de calorías vacías sino también alimentos de origen animal (proteínas), cereales (tortillas arroz, pastas, bolillo, papa) y si podía comía un poco más de vegetales.
Simplemente deje de comer por miedo a subir más de peso, por miedo a que mi cuerpo siguiera creciendo de manera desproporcionada sin saber las consecuencias que podría traer para mi salud física y mental.
Siendo una niña de aproximadamente 12 años, investigando, preguntando sobre cómo podría perder peso ¿Qué es lo que podría hacer?
Hasta que llegados mis 16 años mi mamá me llevo con la Nutrióloga (que debo de decir que no tenía ni idea de que era) llegue a ella por alguna recomendación de una amiga de mi mamá. Recuerdo el comentario: -Si, lleva a tu hija es buenísima yo baje 10 kilos en 2 meses, claro mi reacción fue sorpresiva porque eso es lo que más añoraba. Después de convencer a mi mamá fuimos. Esperamos en una sala muy acogedora, tenia un poco de miedo y al mismo tiempo emoción porque por fin podría bajar mis 10 kilos (ni siquiera sabía si esos kilogramos era los saludable para mi) y así todo mejoraría (claro esa era mi idea) que al bajar de peso todo sería mejor, más fácil seria “guapa” “visible” “hermosa”.
Entramos y recuerdo ver a la Nutrióloga, aproximadamente de 25-26 años, guapísima con un cuerpo esbelto y una bata blanca esplendida. Quede impactada porque entre mi pensaba que algún día quedaría como ella. La consulta se desarrollo de acuerdo a los lineamientos y protocolos de una consulta de Nutrición. Cuando se llego a la parte del pesaje recuerdo tener miedo al subir a la báscula, aunque era un miedo que había desarrollado en ese momento porque antes ni siquiera pensar en un pesaje. Se obtuvieron mis resultados de pesaje más circunferencias y de acuerdo a un diagnostico Nutricional si, en efecto tenía Sobrepeso, mi peso no era el adecuado para mi estatura. Como consecuente se me diseño mi plan de alimentación.
Un plan totalmente restrictivo, me limitaba en muchos alimentos que en ese momento yo los catalogue como “malos”. Alimentos como: las tortillas, el bolillo, los frijoles, el queso, jamón, salchicha y así una lista interminable, claramente los alimentos “chatarra” ni por error consumirlos.
Creo salir de la consulta con más temor del que ya iba, no culpo a la Nutrióloga en ese momento era diferente y claro que hay que saber que cada especialista en el área de la Salud tiene sus propias creencias, sus propios tipos de filosofía.
Me daba hambre casi todo el día, y siempre pensaba en pastelitos o galletas pero, no podía consumirlas porque entonces no lograría bajar de peso. Me sentía casi todo el tiempo con temor de comer algo que no estuviera en mi plan de alimentación, y si por alguna razón mordía un pedacito de pan pensaba que subiría machismo de peso.
Así que volví para realizar mi seguimiento y claro que obtuve resultados, que a la larga no fueron sostenibles porque cada ves me daba más antojo por aquellos alimentos a los cuales tenia bien catalogados como “malos”. Creando ahora un trastorno de la conducta alimentaria.
Finalmente, a mis 30 años eh logrado aceptar mi cuerpo, quererlo y respetarlo después de tan malas decisiones y riesgosas prácticas. Ya no me restrinjo en la comida trato de escuchar a mi cuerpo dándole alimentos saludables, pero, sin la necesidad de catalogarlos como malos, al mismo tiempo que conozco la cantidad del alimento que mi cuerpo necesita para sentirse satisfecho y que a mi paladar sea exquisito.
De manera que voy aprendiendo a tener una alimentación saludable y equilibrada, todo con base a una mala experiencia y aquí vuelvo a recalcar la importancia de ir con un Nutriólogo que te oriente de acuerdo a tus objetivos, de acuerdo a tus necesidades, gusto y sobre todo que comprenda que el comer es un placer que todos deberíamos de gozar.
¡GRACIAS POR LEERME!
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👏👏👏 La importancia de saber que ningún alimento es malo, y que como nos dices siempre Nutrí, todo cabe en un plan sabiendo equilibrar 🤗👏 que bonito conocer tu experiencia que seguro más de una de nosotros la ha tenido 🤗👏❤️