Cuando era adolescente soñaba, como muchos chicos de mi edad con formar una banda, quería ser un rockstar. Tenía trece años (según recuerdo) cuando compuse mis primeras canciones, siempre tuve la inquietud de hacer mi propia música. Con un gran amigo de aquel entonces planeábamos hacer un grupo, teníamos conceptualizados nuestros primero álbumes y el nombre de la banda, mismo que cambió varias veces. Solo faltaba encontrar bajo y batería y entre tantos anhelos e ideas, al final nunca logramos concretar nada, por desinformación, diferencias creativas y la vida misma, ambos terminamos tomando caminos distintos. Yo seguí interesado en la música y años después seguiría intentando crear algo propio. Fue en ese recorrido donde me di cuenta lo difícil que es para un proyecto original emerger. Parece que cuando se tiene la iniciativa, todo está en contra, y no es una sensación aislada, es probablemente lo que sucede muchas veces, ¿qué pasa con esas bandas y propuestas que al final por muy buenas que sean se quedan en el abandono?, no solo se trata de malas estrategias comerciales, las razones pueden ser muy complejas. Hace poco hablaba con un amigo y le decía que “hacer música original es un suicidio”. Quizá estoy exagerando pero sí que pienso que hay algo de cierto en aquellas dramáticas palabras.
Querer no siempre es poder
Las intenciones son importantes cuando se toma la decisión de hacer música, pero se necesitan más que deseos. No hablo solo de preparación, porque el trabajo artístico no siempre se mide en "saber más o menos”; eso va en función de nuestra propuesta, es un hecho que el éxito no siempre depende de que tan preparados estamos como profesionales en general, hay músicos increíbles viviendo en una situación precaria y músicos que con lo más básico alcanzan fama mundial. El hecho es que si bien, podemos tener grandes ideas, grandes anhelos, todo se esfuma si no lo llevamos a la practica, si no hacemos nada, si no comenzamos. ¿Alguna vez han escuchado la fábula de la lechera? Si nunca lo han hecho, en resumen nos habla sobre porque no debemos planear antes de tiempo, que al final la vida es incierta y nos podemos quedar sin nada. Hay que poner los pies en la tierra sobre nuestras intenciones y deseos realistas. “¿Por qué?” y “¿cómo?”, son preguntas fundamentales para entender nuestras aspiraciones y tener al menos una pista de lo que realmente debemos hacer nosotros: Cada camino es distinto, es necesario afrontar ese hecho y pensar… ¿qué puede funcionar para llegar al resultado que queremos?
¿Vamos todos al mismo destino?
No conozco la estadística, pero es un hecho conocido que muchas bandas terminan separándose por cuestiones creativas, (y por motivos “personales”… pero ¡hey! ese no es el tema hoy). Así que si están formando una banda, o si ya la tienen la pregunta obligada es: ¿realmente vamos hacia la misma dirección? Esta pregunta parece obvia, pero en su obviedad puede pasar desapercibida y es impresionante la cantidad de problemas que se ahorrarían si fuéramos honestos al respecto, si en un contexto de grupo se hablara abiertamente sobre lo que persigue cada integrante, y cuando hablo de “ir hacia la misma dirección”, no solo habló de la cuestión creativa, también abarca otros aspectos tales como: ambición y expectativas respecto a un proyecto, el proyecto mismo como forma de vida, intereses personales, rentabilidad, entre otras cosas que seguro pasan y no me he enterado. Por algo dicen que “cuentas claras amistades largas”, y es un hecho que “mejor solo que mal acompañado”, ¿o es que el enemigo está en casa?, y si es así ¿como llego ahí? , ¿Sabemos realmente con quién estamos trabajando?
Lo creativo vs lo “comercial”
Soy de la idea que la música para ser buena, debe ser “honesta”. Con esto me refiero a que el discurso debe ser autentico y no solo convertir la música en un producto. Uno de los dilemas eternos del artista es decidir entre ser creativo o relegar la creatividad y poner por encima la seguridad económica, al valor de mercado de la música en “sí”; este último siendo un factor fuerte, no vivimos del aplauso. Sin embargo si la creatividad se limita el arte sufre. Entonces, (esto tiene que ver con el punto anterior), si decidimos que queremos hacer una banda de rock (por ejemplo), ¿sabemos cuál es nuestra prioridad?, ¿estamos todos de acuerdo, o habrá un conflicto de intereses? Todos queremos que nuestra música rinda frutos en términos económicos, ¿pero es eso lo más importante para nosotros? Y esto no es una oda a “romantizar” el poco valor que a veces se le da al músico y su trabajo, más bien, hablamos de que es necesario poner nuestras prioridades claras, para eventualmente ser claros con los que nos acompañen en el camino y evitar “malentendidos”.
Sembrar y cosechar
La paciencia es una virtud necesaria que sumada a todo lo anterior puede dar como resulta grandes procesos y buenos resultados. La impaciencia se puede dar desde los compañeros, al tener incertidumbre sobre el rumbo del la banda, o desde nosotros mismos al cuestionarnos nuestras acciones. Pero es fundamental dar los primeros pasos, comenzando con una idea para pasar a la acción. Si es difícil convencernos a nosotros mismos, ¿cómo será cuando debemos convencer a los otros? Todo lo anterior es parte de tener la mente clara respecto a donde queremos llevar nuestros esfuerzos. Hay que entender que para lograr cualquier objetivo, grande o pequeño, hace falta tiempo y un trabajo detrás, todos los proyectos son distintos: como individuos perseguimos diferentes metas, aunque en definitiva siempre se requiere tiempo para ver como se desarrolla nuestro trabajo, no todos están dispuestos a esperar, pero al menos nosotros si podemos hacerlo, aún más cuando creemos en el valor de nuestro trabajo.
La vida es sueño…
Las relaciones humanas son complicadas, tener una banda con un grupo de gente, es como casarse. Hace falta mucha paciencia y amor por el bien común para hacer que todo funcione correctamente, y esto hablando del elemento interno de un proyecto. Después están los factores externos que también pueden llegar a condicionar nuestras decisiones, sin embargo es un hecho que nada se compara con la emoción de abrirse paso en la implacable escena musical, hoy en día con tantas herramientas tenemos nuevas maneras para ser “rockstars”. Algunos problemas han desaparecido, también tenemos nuevos retos que emergen de está modernidad casi distópica, es verdad que el fracaso nos acecha constantemente (como la muerte), pero eso no debe de privarnos del privilegio de poder hacer música en el siglo XXI. Mejor intentar nuestras locuras a quedarnos con las ganas…