La sociedad se moldea inminentemente sobre la imagen de las redes sociales: La música no es la excepción. El contenido donde nos venden perfección y falsa aspiración inunda la web, y muchos de nosotros sin querer podemos caer en la trampa. Hoy hablaremos sobre un caso que nos hace cuestionarnos sobre la dirección que toma el panorama musical en internet.
Contexto
El 25 de marzo de 2025 el youtuber Danny Sapko subió un video donde por primera vez, menciona el nombre Giacomo Turra, un guitarrista e influencer italiano al cual se refiere en dicho video de manera irónica y con humor sobre un mal performance por parte del chico.
Fue el 4 de abril en un nuevo video que se abordaría el tema de manera más sería y con “acusaciones más directas”, alegando plagio y la incapacidad de Giacomo de tocar lo que presentaba en sus videos. Declaraciones basadas en pruebas donde se mostraba una impecable edición haciendo playback de manera muy convincente; se compararon videos de otros guitarristas de los cuales tomo fragmentos haciéndolos pasar como suyos, incluso vendiendo transcripciones de esa música, es decir, su negocio se fundo a partir del esfuerzo de los demás y sin dar crédito a los autores originales. La mayoría del contenido que tomaba “prestado” era de canales pequeños o no tan grandes, canales dedicados a la música, no a empaquetar la música.
El tema escaló rápidamente, principalmente en la comunidad anglosajona con alguna que otra opinión dividida, pero en general criticando y a la vez alabando la manera tan sofisticada de engañar a toda una comunidad.
Más allá del escandalo
Las formas del joven Giacomo nos pueden parecer totalmente condenables, pero, ¿Qué podemos decir de sus motivaciones? ¿Qué motiva a alguien a llevar al extremo toda una puesta en escena con tal de salirse con la suya? Los estándares en las redes sociales nos hacen creer que la clave de nuestro éxito como músicos radica en como “vendemos” nuestro trabajo. El Italiano se tomo esto muy enserio, puesto que todo lo que hizo fue vender y vender: vender la imagen de un joven increíblemente talentoso (mismo que no dudo que realmente sea capaz de destacar por sus propias capacidades), vendió la idea de perfección, la pulcritud y la aspiración del éxito de un influencer musical. Todo lo había hecho perfecto, al grado que hasta consiguió patrocinadores. ¿Cómo es posible que incluso gente con mucha experiencia en el medio fuera timada? Quizá, la respuesta está en que al final “si vende sirve”, qué más da lo demás, si la gente compra la aspiración y no la música, eso genera dinero. No importa si lo que se vende es una absoluta falsedad, afuera hay gente que en su inocencia está dispuesto a pagar por ello.
Reflexión
Desde mi perspectiva, Giacomo Turra es victima de la industria, y por supuesto que esto no lo hace menos responsable, pero más allá de su ética dudosa y sus formas deleznables, es prueba de que somos capaces de todo ( y no necesariamente el buen sentido), con tal de tener éxito, un éxito que medimos en followers, fama, y no en calidad de nuestra música y plenitud artística, que aunque puede ser un tema subjetivo, no debería de dejar de ser lo verdaderamente importante.
Es verdad que la música es un negocio y nuestro sustento, pero imaginemos cuántos jóvenes soñaban con sonar como Giacomo, ser iconos de internet, cautivar a las masas y anunciar una gira por todas partes, tener su propia línea de guitarras. Que sea un negocio no implica falta de propósito y engañar para conseguir mayor estatus. Vivimos en un mundo peligrosamente plástico en el que las cosas que vemos rara vez son lo que parecen. El caso de Turra, nos hace pensar sobre como hoy en día la música entra por los ojos. Nos muestra la dificultad de los buenos músicos de destacar naturalmente por sus propias condiciones, y no por su marketing, ¿es un error en un sistema que premia el saber vender más que el saber ser creativo? Definitivamente vivimos tiempos difíciles, pero es esencial recordar que la música siempre debe ser primero.
Que la creatividad nos salve…