La danza, como forma de expresión artística y cultural, ha sido moldeada y enriquecida por diversos aspectos complejos que forman parte de la humanidad, tal como lo es el género. Desde danzas ritualistas que servían para venerar deidades hasta innovadoras coreografías que desafían las normas establecidas, especialmente las normas del género, el cual ha desempeñado un papel fundamental en la forma en que la danza se percibe, se practica y se interpreta.
La danza es un lenguaje que no necesita de palabras, pues el cuerpo funciona como la herramienta principal de comunicación, así que en este sentido, el género se manifiesta a través de movimientos, posturas y gestos que se atribuyen a significados culturalmente construidos. Desde las elegantes líneas del ballet clásico hasta la agresividad y poder del krumping, cada estilo de danza lleva consigo una carga de género que refleja las expectativas sociales y las identidades preestablecidas.
La historia de la danza está marcada por normas y expectativas de género que se han visto influenciadas por los roles de los bailarines, los estilos de danza y las representaciones en el escenario. Un ejemplo claro es el caso de la danza clásica, como el ballet, donde existen roles de género definidos debido a que las mujeres suelen interpretar personajes netamente femeninos y los hombres interpretan personajes masculinos, convirtiendo esto en una parte central de la tradición, pero también se ha convertido en objeto de críticas y cuestionamientos en la danza contemporánea.
La danza es un medio por el que el arte a menudo refleja y perpetúa las normas de género en la sociedad. Los estilos de danza, los movimientos, la vestimenta y la música pueden transmitir mensajes sobre aquello que inconscientemente relacionamos con la masculinidad y la feminidad según las expectativas culturales y sociales. Como es el ejemplo de estilos de baile como el hip-hop, que de forma común son percibidos como "masculinos", mientras que la danza arabe se encuentra asociada con la “feminidad”.

Pese a lo anteriormente mencionado, la danza también puede ser un espacio para desafiar. Coreógrafos y bailarines contemporáneos han utilizado la danza como una herramienta para cuestionar las normas de género, así como para explorar nuevas formas de expresión y abrir camino a las nuevas generaciones a través de la danza, o también acompañado de colaboraciones interdisciplinarias, donde se incorporan elementos del teatro, el performance y la instalación para crear experiencias que trascienden las limitaciones impuestas.
Este medio proporciona un espacio para que las personas exploren y expresen su identidad de género, pues para aquellos que no se identifican estrictamente con lo masculino o femenino, la danza puede ser una forma de autoexpresión y liberación, permitiendo emprender un viaje personal para explorar la identidad y el cuerpo, más allá de las categorías binarias de género.
En los años recientes, se ha desatado un movimiento encaminado a una mayor inclusión y diversidad en la danza en términos de género, raza, orientación sexual y otras identidades antes no incluidas. Los esfuerzos por ampliar la representación en la danza han llevado a una mayor visibilidad para artistas que buscan un lugar en este medio, así como una mayor conciencia sobre la importancia de la representación de diversidad en espacios como este, pues para muchas personas, la danza representa una forma de empoderamiento y autoexpresión. Desde las danzas tradicionales que celebran la fertilidad y el vínculo con la naturaleza, hasta manifestaciones contemporáneas de resistencia y protesta, la danza ha demostrado ser un excelente medio para reafirmar la identidad y reclamar los espacios.
La danza y el género están intrínsecamente entrelazados, cada uno influenciando y siendo influenciado por el otro en un diálogo que se mantiene continuo y en constante evolución. Esperamos que al conocer más de esta compleja relación, podamos abrir nuevas vías para la comprensión y la apreciación de la danza como una forma de arte que refleja y desafía las estructuras sociales y culturales que forman parte de nuestras vidas.