En cualquier plan de alimentación que se recomiende la reducción considerable del consumo total de grasa, al excluir o limitar alimentos particularmente ricos en ella, como frituras, muchos tipos de carne, productos lácteos y aderezos. Se puede considerar un plan bajo en grasas.
Por lo general se surgiere un mayor consumo de carbohidratos en frutas, verduras y cereales integrales, así como proteínas magras, lo cual hace que esta dieta se acerque más a las recomendaciones de una alimentación saludable.
BASES
La grasa es la fuente de energía más concentrada y aporta el doble de calorías por gramo que los carbohidratos o las proteínas. También es la fuente que provoca menos saciedad, y por lo tanto es más fácil abusar de ella. Evitarla favorece una reducción en el consumo total de calorías.
RIESGO
En algunos programas bajos en grasas, su consumo es innecesariamente estricto. Las grasas “buenas” como el aceite de oliva, aguacate y oleaginosas (nueces, almendras, cacahuates etc.) son beneficiosas para la salud, y algunas de ellas son necesarias para la absorción de vitaminas liposolubles y como fuente de ácidos grasos esenciales. Ciertos planes de este tipo hacen afirmaciones engañosas: por ejemplo, dicen que ayudan a reducir grasa en sitios específicos.
CONCLUSIÓN
La mayoría de nosotros solemos consumir mucha más grasa que la necesitamos, y los planes que la limitan pueden ser útiles para consumirla de forma más saludable. Está comprobado que reducir el consumo de grasas saturadas en la dieta disminuye el riesgo de padecer cardiopatías. Los alimentos ricos en almidón añaden mayor volumen y dan mayor saciedad, lo cual hace más fácil seguir la dieta. También es posible cambiar nuestros hábitos alimentarios para bien.