En el casi interminable panorama del arte occidental, pocas figuras han sido tan persistentes y fascinantes como Cupido, el dios del amor en la mitología romana. A lo largo de los siglos, la representación de este pequeño y travieso arquero ha evolucionado, reflejando los cambios culturales, así como las tendencias artísticas de cada época y hoy tendremos un pequeño viaje a través de algunas de sus primeras apariciones en la antigua Roma hasta su encarnación en las obras maestras del Renacimiento, debido a que la historia de Cupido en el arte es un viaje cautivador a través del tiempo.
En la mitología romana, Cupido, conocido también como Eros en la mitología griega, era el hijo de Venus, la diosa del amor, y Marte, el dios de la guerra. Usualmente representado como un joven o niño alado, que se encuentra armado con un arco y flechas para “atacar” a los corazones de aquellos que se encuentran enamorados. Cupido personifica el amor y la pasión, pero a su vez es representado de manera infantil debido a que por su inocencia, en ocasiones, se puede equivocar al lanzar sus flechas y llegan a corazones que se verán afectados por el desamor e incomprensión. Sus travesuras amorosas han sido fuente de inspiración para innumerables artistas a lo largo de los siglos.

Durante la época clásica, las representaciones de Cupido seguían los cánones de escultura y arte griego y romano. Se le representaba como un joven atlético, a menudo acompañado de su madre Venus y otras deidades. Sin embargo, fue en el renacimiento cuando Cupido adquirió una nueva vida y significado.
Los artistas del renacimiento redescubrieron el arte y la filosofía de la antigua Grecia y Roma, y esto se reflejó en su representación de este personaje. Inspirados por las esculturas y obras literarias clásicas, los maestros renacentistas como Botticelli, Rafael y Miguel Ángel dieron vida a Cupido de una forma diferente y revitalizante, pues ahora no solo era el dios del amor, sino también un símbolo del ideal de belleza y perfección del Renacimiento.
En las obras de Botticelli, como "El nacimiento de Venus", Cupido aparece como un ser celestial, radiante y etéreo, encarnando la belleza y la gracia divina. Por otro lado, en creaciones como las de Rafael, ahora se convierte en un pequeño compañero juguetón y travieso de las deidades marinas, añadiendo un toque de encanto y diversión a la escena, justo como se nos muestra en "El triunfo de Galatea".
Sin embargo, fue en las manos de Miguel Ángel donde Cupido alcanzó un nuevo nivel de expresión artística, tal como lo vemos en su famosa escultura "Cupido durmiendo", donde Miguel Ángel capturó la vulnerabilidad y la juventud del amor en una obra maestra de mármol que aún cautiva a los espectadores hasta el día de hoy.
A medida que el Renacimiento dio paso al Barroco y más tarde al Neoclasicismo, la representación de Cupido continuó evolucionando, adaptándose a nuevos estilos y sensibilidades artísticas. Sin embargo, el legado de las antiguas representaciones de Cupido perduró, dejando una marca indeleble en la historia del arte y recordándonos nuestra eterna fascinación por el amor y la belleza en todas sus formas.